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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

El duende tocapelotas

Ocho de la mañana. El despertador, sátrapa y depravado, me recuerda que tengo el deber moral de levantarme a ‘una hora prudente’. A un lado de mi consciencia (con ese), todavía aletargada, el duendecillo canalla no se anda con vacilaciones: “¡Dónde vas tú un lunes festivo a estas horas, tonto del haba!”. Mi conciencia (con ene), también adormecida, evita el conflicto. Media vuelta, posición decúbito supino y a sobar toca. Pero como siempre sucede en las historias de geniecillos, a los pocos segundos, al otro lado de la mi consciencia (con ese), toma la palabra el gnomo sensato, que tampoco se anda con perífrasis. “Anda, Jorge, que tu país te necesita, menea el culito”. Y mi conciencia (con ene), sensibilizada al extremo ante mensajes tan hondos, no duda en hacerle caso. Un trepidante periplo de milésimas de segundo entre el mundo onírico, siempre mágico y misterioso, y la realidad, menos prosaica y amable. Y ahí estoy yo. En batín, con las manos en los bolsillos, delante del espejo, mirándome de arriba abajo, pasmado, dispuesto a darlo todo por la patria.

Y es que los mensajes calamitosos sobre el devenir de la economía han calado tan profundo que, al igual que dijo Kennedy en su día, muchos hemos interiorizado a empellones aquello de “no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. Tanto es así que hasta los elfos ya no conminan los despertares con la sutileza de antes. Ahora te pellizcan los huevos y te gritan al oído. “¡Vamos capullo, que mientras que tú estás ahí, roncando, la inflación ha subido un 4 por ciento, el paro un 20 por ciento y la prima de riesgo, un 60 por ciento!”. Es entonces, justo en ese momento, cuando te sientes el ser más ruin y despiadado del planeta y te levantas del lecho con la pulsión de que tienes que hacer algo, vestirte rápido, ‘beberte’ el desayuno y salir de casa dispuesto a lo que sea. A ayudar a la ancianita a cruzar la calle, a limpiar mierdas de perro, a rezar cuatro padres nuestros para que los cuatro jinetes del Apocalipsis no se lleven por delante lo poco que nos queda.

No sé si compartirán conmigo esta percepción, pero en este viaje emocional a lomos de la crisis hemos llegado a uno de los puntos más peligrosos. El de creernos que usted y yo somos los culpables de que el mundo se vaya por el retrete. “Ustedes que pidieron créditos y se los concedieron para pagar pisos a 3.000 euros el metro cuadrado, ustedes que no escatimaron en televisiones de plasma para ver el Mundial de Sudáfrica, ustedes que se dedicaron a chingar y tener hijos porque después les darían 2.000 euros… ustedes son los responsables”, insiste machaconamente el duende cabrón. Y lo peor de todo, ya les digo, es que este mensaje envenenado (e interesado) ha calado. Y qué quieren que les diga, me parece peligrosísimo. Acomplejar al prójimo es el método más eficaz para meterle la mano en el bolsillo, quitarle todo lo que tiene y encima estar agradecido. Yo no tengo que pedir perdón a nadie. Y si me permiten la licencia, creo que ustedes tampoco.

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'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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