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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

Petardos

Hoy tocaría hablar sobre la evanescencia del ‘presi’ Rajoy. Sí, no sé si se acuerdan, ese señor alto, con gafas, barbita, del PP, al que votaron casi once millones de españolitos. Pero no, el cuerpo me pide despacharme con un tema algo más ‘estridente’. Hoy quiero hacer una breve reflexión sobre los petardos -sin doble sentido, por favor-. O mejor dicho, sobre los putos petardos. Muchos antropólogos aseguran que el estruendo es connatural a la cultura de los países mediterráneos. Se supone que somos jadeantes, bullangueros y cantarines. Y claro, como somos así de chistosos, pues tenemos que transigir con el simpaticón que, porque le salé de ahí, enciende la mecha y echa a correr no vaya a ser que el triquitraque venga de vuelta, que a veces pasa, y le estalle en sus mismas narices, llevándose por delante sus mismas narices, obviamente, sus mismas manitas y quizá -dios no quiera- su misma vida. No es el primero, ni el segundo, ni el tercero que sale en los papeles, con titular a toda plana y foto a cuatro columnas, por haber sido víctima de su propia estulticia, lo cual es grave, o por haberle arruinado la existencia a otro pobretico, desgraciado él, que se comió de lleno la onda expansiva, lo cual es gravísimo.

Habrán deducido que, en efecto, esta ‘tradición’ me enerva. Y no me refiero sólo a los morteretes, sino a los fuegos de artificio en general. Matizo antes de seguir. No estoy en contra de los espectáculos pirotécnicos. Me gustan. Pero sí abomino de los que tiran chupinazos a traición, a destiempo y con ‘malafollá’, como dirían en mi tierra. Alguien me podría explicar por qué razón tienen que disparar una salva de cohetes en una cabalgata de Reyes Magos. Sucedió hace unos días. Lo viví yo. O lanzar una traca a las siete de la mañana. También lo he vivido yo. No sé si ustedes tendrán la misma percepción, pero llegar a estos extremos, o sea quemar pólvora en medio de la muchedumbre -con los peligros que ello conlleva- o joderle el descanso al prójimo con alevosía y nocturnidad, tiene un poco de patológico y un mucho de ser un gilipollas de los pies a la cabeza, un cóctel ‘explosivo’ -nunca mejor dicho- para los que sencillamente aspiramos a vivir en paz.

No seré yo quien haga una oda al silencio. Hay mucha gente que lo sufre porque está enferma o porque está sola. Pero sí tengo la absoluta convicción de que el sosiego es el preámbulo de la armonía. El silencio nos permite crear, razonar y sobre todo imaginar. Por eso debería gozar de una protección especial. No es ninguna tontería. Ahora, con el pin-pan-pun de San Antón a la vuelta de la esquina, es el momento idóneo para meterle mano al asunto. Desde aquí insto al Gobierno, a Rajoy -cuando dé señales de vida-, a Griñán, a José Enrique… que se tomen muy en serio este tema. No cuesta el dinero y les dará muchos votos, ahora que estamos nuevamente en precampaña electoral y las voluntades se cotizan al alza. Petardo tirado, petardero al trullo por bandarra y por usurpar el sacrosanto derecho a la serenidad que todos nos merecemos. Estoy seguro de que seríamos más felices.

 

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'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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