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Patadón y tentetieso

Adiós al pisito en la playa

Aquella pulsión desmesurada por adquirir ‘ladrillo’, denominada popularmente como ‘boom inmobiliario’, generó muchas ilusiones en su momento y muchas decepciones ahora. Supongo que les sonará la musiquita: una casa para vivir, perfectamente lógico, y otra para invertir, digamos que menos razonable. En ambos casos, por supuesto, a precios estratosféricos y asumiendo el costoso peaje de hipotecas a veinte, treinta y hasta cuarenta años. El cuento de la lechera duró mientras había trabajo -a finales de 2006 la tasa de desempleo se situaba próxima al 10 por ciento en Jaén- y había crédito ‘ilimitado’. O sea, hasta 2008. Y vinieron los problemas. La economía entra en recesión, el paro supera el 31 por ciento y la gente no tiene para pagar ni el segundo piso ni, desgraciadamente, el primero. El resto de la película ya la conocen. Los bancos acuden a los tribunales para exigir los euros prestados y a muchos propietarios no les queda otra que devolver las llaves y, además, seguir apoquinando porque aquella vivienda ahora cuesta mucho menos y hay que abonar la diferencia. ¿Cuántos? Si nos atenemos a las estadísticas de ejecuciones hipotecarias -proceso legal mediante el que un prestatario se le priva del interés sobre el bien-, un total de 3.097 desde que estalló la crisis, en 2008, hasta septiembre de 2011, último dato contabilizado. Pues bien, según fuentes bancarias consultadas por este periódico, se estima que el 70 por ciento corresponden a segundas residencias (unas 2.200), gran parte de ellas propiedades situadas en municipios costeros, mientras que el 30 por ciento restante son domicilios habituales (unas 900). Con el agravante, antes comentado, de que hay quienes han perdido las dos porque avalaron la segunda con la primera.
 
Echemos la vista atrás para entender mejor todo esto. Regresemos hasta febrero de 2006, en plena fiebre del cemento. El día 2 este diario publicaba la siguiente noticia en su página cinco: ‘Los jienenses se acercan a Almería y centran allí su inversión inmobiliaria’. La noticia empezaba recogiendo una de tantas ofertas que aparecían por aquel entonces en la sección de anuncios por palabras. «Roquetas. Piso de 70 metros cuadrados con dos dormitorios, cuarto de baño, salón, cocina y garaje. Urbanización cerrada con piscina. A 150 metros de la playa. 180.000 euros». Eso es lo que se ofrecía y eso es lo que se compraba -en muchos casos, directamente sobre plano-. La información también decía que las promotoras de Almería habían puesto el ojo en Jaén y se lanzaban a tumba abierta a la conquista de este mercado -nuestro mercado-. Lo hacían sabedores de que la mejora de las infraestructuras había acortado los cronos y se tardaba menos en mojar los pies en Aguadulce o Roquetas, por ejemplo, que en Motril o Fuengirola. En la pieza también se relataba que había comunidades enteras formadas por hijos de Jaén. Aquellos maravillosos años.
 
Ahora el sueño de una noche cálida noche de verano, con chiringuitos a pie de playa y música chillout, se ha transformado en una pesadilla… aunque parece que hay luz al final del túnel. Por primera vez desde 2008 se registra un descenso en el número de jienenses que reciben la temida carta del banco. Aquella de «estimado señor, ante los reiterados incumplimiento en el abono de las letras, nos vemos en la obligación de recurrir a la vía judicial para reclamar las cantidades adeudadas». En nueve primeros meses de 2011 hubo 688 demandas frente a las 715 del mismo periodo de 2010. Un 3,8 por ciento menos en términos relativos. Es cierto que se trata de una pequeña disminución, pero lo relevante es que estamos ante el primer retroceso en cuatro años. A pesar de ello, siguen siendo magnitudes extremadamente elevadas -sirva como referencia que en todo 2007 se computaron tan sólo 231-.

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