Después de unos 5.000 artículos sobre los lomos y diez años ‘disparando’ desde primera línea de fuego, creo que me he ganado el derecho a enseñar con orgullo alguna herida de guerra. Como el abuelo Cebolleta. Hoy quiero narrarles ‘El día que fui Trending Topic’. Pero antes de hincar el diente a tan suculento manjar, explico sucintamente qué es esto del Trending Topic para los no iniciados. Es muy sencillo. Se trata de que miles y miles de personas, desde Cabo de Gata hasta Finisterre, leen algo que has dicho en el Twitter y te convierten en el ‘chico más popular’ de la clase. En principio, esto no debería emocionar a un plumilla que escribe para audiencias milenarias, pero qué le vamos a hacer… reconozco que me hizo especial ilusión. Al lío. Treinta y uno de enero de 2012. Tras un madrugón indecente, trabajar esa mañana a destajo y despachar de forma gloriosa la ‘fideuá’ de mi señora, Morfeo se puso meloso. Miré de soslayo al despertador. Eran las tres y media en punto. Tranquilidad, paz y mucha felicidad. Pero estaba escrito que aquella maravillosa siesta reparadora no duraría mucho. Exactamente 90 segundos. El tiempo que mi hija pequeña, cuya potencia de llanto es directamente proporcional a su belleza -y no es amor de padre-, se pegó un castañazo contra la puerta del comedor. Comprobado que la chiquilla seguía entera, cautivo y desarmado agarré el móvil para ver qué se contaba la basca en las redes sociales. Eran las tres y treinta y cinco. Comenzaba la aventura.
Entregado a la teclita, de repente el mundo empieza a tambalearse. Uno, dos, tres… diez segundos eternos. ¡Terremoto! Y así que lo puse en el Twitter. La bola de nieve empezó a correr ladera abajo a la velocidad del relámpago. Mi ‘terremoto’, que también era el ‘terremoto’ de otros muchos que, como un servidor, se habían quedado sin la merecida cabezada, fue retuiteado al instante por decenas de seguidores y a continuación por ‘decenas de seguidores de mis seguidores’. Plenamente consciente de que aquella gente buscaba una respuesta inmediata y que además la esperaba de un periodista al que se le supone credibilidad, fui directo a consultar la información sísmica del Instituto Geológico Nacional. Ahí estaba ‘el amigo’, el primero de la fila. Seísmo de intensidad 4,4 con epicentro en Quesada, a diez kilómetros de profundidad. Y tal cual lo colgué en el Twitter -con enlace a gráfico de localización incluido- prácticamente al minuto del ‘meneíto’. Entonces las ‘decenas de seguidores de mis seguidores’ se convirtieron en ‘centenas de seguidores de los seguidores de mis seguidores’. Al mismo tiempo, mi ‘compa’ Pablo, rápido, diestro y oportuno, abría a cinco columnas en la web de Ideal. Triunfamos. Dos orejas, rabo y puerta grande.
Ya les digo que me produce rubor esto de vender hazañas propias. No lo había hecho hasta ahora. Pero lo he visto oportuno por dos motivos. Primero y principal, para reivindicar la vigencia de un oficio, el periodismo, y de los que nos dedicamos a él en cuerpo y alma, los periodistas. Yo no fui Trending Topic por ser Jorge Pastor, sino por ser Jorge Pastor periodista -y añadiría del Ideal-. Y segundo, para poner de manifiesto que nosotros, los periodistas, tenemos el deber moral y profesional de reciclarnos y de estar siempre ahí donde haya un lector. Y colorín colorado, con esta moraleja sin ánimo pretencioso termina el trepidante relato del ‘Día que fui Trending Topic’. Un cuento que empezó con la estridente llantera de mi hija y que terminó cuando, a eso de las diez y media de la noche, también mi hija me esperaba despierta para darme un enorme abrazo a la puerta de casa.