Navegamos ya con rumbo fijo y a todo trapo de lo inquietante a lo desconocido. Al menos a lo desconocido para aquellas generaciones de españoles nacidos en democracia y en un mundo que entendíamos -en pasado- como relativamente ordenado. Ahora la guerra no la hacen las personas. La hace el dinero. En ambos casos la consecuencia es la misma: más pobreza. Lo digo porque escribo a diario sobre ello y porque lo veo en la calle. Lo he comentado en alguna ocasión. No hay mejor indicador económico que la longitud de la cola que se forma todas las noches para entrar al comedor social de la parroquia de Belén y San Roque. Ésa es la puta crisis. La de no tener nada. Hace poco publiqué un reportaje precisamente sobre ello. Los que roban leche, pan o embutidos porque tienen hambre. Suena duro ¿verdad? Pues ‘está pasando, lo estás viendo’, como rezaba el conocido eslogan de CNN+, ese canal de noticias que murió -o más bien lo mataron- para dar paso al ‘edificante’ show de los mozuelos tirapedos del Gran Hermano. ‘La vida en directo’. Las narices. ‘La vida en directo’ es la hilera vergonzante de almas en pena aguardando para saciar el apetito o el señor encorbatado que, parapetado tras un cartón y un lacónico ‘sólo pido para comer’, esconde su angustia y el fracaso de una sociedad donde la palabra bienestar suena a coña marinera.
Pero no está en mi ánimo joderle la mañana a nadie con el crudo relato de la realidad más real. Todo lo contrario. Tan sólo pretendendía ponerles en antecedentes para destacar el ímprobo esfuerzo que están haciendo algunas instituciones, como Cáritas, Cruz Roja o el Banco de Alimentos, para atender las necesidades más básicas de los que desayunan, almuerza y cenan, eso sí, doble ración de miseria aderezada con amargura. Estos señores se merecen todos los premios habidos y por haber. Aunque conociendo perfectamente a muchos de los que están ahí, dando el callo, estoy seguro que el mayor reconocimiento para ellos sería más apoyo. Sí, más apoyo para dar respuesta a una demanda que les desborda -Cáritas atiende ya al 12 por ciento de la población de Jaén-. Y también más aliento para algo tan fácil -y tan complicado- como dar cariño. El desconsuelo por tener hambre es terrible. Pero todavía lo es más no tener un hombro en el que llorar. Fue Séneca quien dijo “no hay mayor causa de llanto que no poder llorar”.
Por todo ello, porque somos seres humanos con razones y sentimientos, tenemos la obligación moral de dar dos pasos paso hacia delante. Uno y dos. Por solidaridad y porque no está de más ponernos en la piel del que vive en la precariedad. Primero porque es justo y segundo porque, aunque suene a frase manida, nadie está libre de pecado. Usted y yo podemos ser los siguientes. Entonces, desarropados, desearíamos comprobar que hay alguien cuando miremos hacia atrás. Para darnos un plato de sopa caliente o sencillamente para darnos un abrazo y regalarnos una sonrisa.