Os presento a Monroe y Morrocan. Son mellizos y tienen dieciocho meses recién cumplidos. Unos angelitos. Y como sucede con todos los angelitos que tienen dieciocho meses, se hacen pipí y caca en el pañal. Y claro, con el pis y la mierdecita -con los chiquillos siempre se utiza el diminutivo-, el panderito se les pone morado y les pica. Puñeteras rozaduras. Pero no todos los traseros de todos los bebés son iguales. Lo son en apariencia, pero lo cierto es que unos son más distinguidos que otros. Los de Monroe y Marrocan, por ejemplo, forman parte del selecto club de los Niños con Culito Privilegiado. Cuando les ataca la dermatitis, su mami les dispensa, con enorme delicadeza, una cremita sanadora y reparadora que cuesta 1.900 euros. Lo que haga falta por las nalgas de esos candorosos serafines. Como supongo que ya habrán intuido, Monroe y Marrocan no son hijos de inmigrantes marroquíes que vieron la muerte cruzando el Estrecho en patera, ni de aceituneros altivos en busca de jornal, ni tan siquiera de las castigadas clases medias. Son los retoños de Mariah Carey, una señora que atesora una fortuna de 500 millones de dólares y que debe ser un portento con el micrófono en la mano. Con la cremita del pompi, desde luego, lo es.
Les confieso que de Mariah Carey sé lo justo y necesario. Vamos, sé que se llama Mariah y que se apellida Carey. No me pregunten más. No sabría decir si lo suyo es la canción de autor, la zarzuela o si toca las castañuelas. No tengo ni pajolera idea. Pero sí les reconozco que lo de gastarse 1.900 palmeros en una loción para allí donde la espalda pierde su bello nombre me dejó un tanto pasmado. Vaya por delante que me parece perfecto que Mariah Carey afloje la pasta donde le salga y en lo que le salga. Se supone que alguien que tiene 500 millones se lo ha currado ¿no? Tampoco tengo nada contra Monroe, Marrocan y sus lindas posaderas. Líbreme dios. Ojalá no se les escuezan en la vida. Pero sí me gustaría hacer una leve reflexión en voz alta sobre un mundo donde unos apoquinan 1.900 euros para el culito y a otros simple y llanamente les dan por el culito. Sin cremita, sin vaselina y sin ningún tipo de pudor. Y no se trata de algo que esté sucediendo aquí y ahora. Desde que pisamos la faz de la tierra, desde el Australopithecus al Homo Sapiens, siempre ha habido diferencias sociales. Unos siempre han tenido mucho y otros poco, muy poco o nada. El problema es que nunca ha habido tantos pobres de solemnidad. Se cuentan por millones en España y por decenas de miles en provincias como Jaén o Granada.
Y lo más alarmante -no sé qué pensarán ustedes- es que “aquí no pasa nada, señoras y señores”. Todos tranquilos. Que Mariah Carey tenga 500 millones está bien, pero también ha llegado el momento de reivindicar una sociedad digna para los infortunados. Por mucho que apriete la crisis, los dineros huyan y estraperlistas y usureros hagan caja a costa del sufrimiento. Una sociedad realmente democrática donde el precepto sacrosanto de la igualdad de oportunidades no suene a coña marinera. Y donde igual que Mariah Carey está en su derecho de sacar la Visa Oro de su bolso de Louis Vuitton y dejarse 1.900 euros en crecimita para el culo de Moroe y Morrocan, no haya ningún padre que se meta la mano en el bolsillo y no tenga dos putos euros para comprarle crema a sus hijos y para alimentarlos como dios manda.