María Luisa estaba desesperada. Perdió su trabajo hace seis meses y por primera vez en su vida probó el sabor amargo del desempleo. Del ‘y ahora qué’. María Luisa –nombre ficticio para una historia cien por cien real– se puso manos a la obra desde el primer momento. Mandó decenas de currículos y llamó a decenas de puertas. Ninguna se abrió. Hasta que hace unos días, navegado por internet, encontró un anuncio que se adaptaba perfectamente a su perfil. Y además, aquí, en Jaén. «Se precisa ayudante-secretaria para trabajar con empresario joven». Se pedía que la chica fuera simpática, dispuesta a ganar un buen sueldo y con ganas de aprender. También garantizaba papeles en regla. María Luisa contactó con él y él no tardó en responderle. Quedaron para hablar por el Messenger. El fulano, que aseguraba dirigir sus empresas desde Jaén, ofrecía 1.500 euros con nómina y contrato. Jornada laboral de ocho horas de lunes a viernes y cuatro sábados. Unas condiciones laborales más que aceptables… hasta que el tipo cambió de registro. También le daría 3.000 euros en negro por complacerle y acompañarle esporádicamente. María Luisa se sintió «engañada, decepcionada y humillada como mujer y como trabajadores».
Rápidamente dio la voz de alarma en las redes sociales y a los pocos minutos ya tenía decenas de comentarios de apoyo y de indignación. También de otras amigas que aseguraban tener constancia de otros casos –algunos vividos en primera persona– en otros municipios de Jaén. «Con estas cosas te ilusionas, aunque no parezcan de todo reales», comenta María Luisa, quien agrega que «tal y como están las cosas, estas posibilidades no hay que dejarlas escapar aunque parezcan inciertas». «Me sentí agredida como persona y minusvalorada profesionalmente –añade– porque no se interesó en ningún momento por mis dotes como secretaria». «Me sentí objeto», resume María Luisa.
Y es que, como acertadamente apostillaba una allegada de María Luisa en las redes, estamos viviendo la coyuntura perfecta para que haya muchas que piquen. Estamos viviendo una coyuntura de necesidad. El paro femenino ha crecido en Jaén más del 42 por ciento en los últimos cuatro años, coincidiendo con la fase de mayor deterioro de la economía. Y las perspectivas laborales no son mucho más positivas.