Estoy cansado. Demasiado cansado diría yo. Ha sido un año difícil. La puta crisis ha otorgado a la economía todo el protagonismo de la actualidad, obligándome a poner el careto día sí día también. Realmente no me quejo de ello: me encanta este trabajo y asumo todas las responsabilidades sobrevenidas. Pero lo cortés no quita lo valiente, y creo que, por pura higiene mental, es conveniente apagar el móvil y olvidarse del mundanal ruido hasta septiembre. ¿Habrá entonces brotes verdes?
Me voy. Y lo hago con la tremenda desazón que ha supuesto el fallecimiento de mi compañero y amigo Fernando Arévalo. Descanse en paz el maestro de la palabra.
Hasta luego.