Yo soy de los que piensa que jamás debe celebrarse en exceso la labor que desempeñan los políticos. Como cualquier profesional (porque ellos los son) deben ser felicitados o censurados en función de la rentabilidad social de su trabajo. Sin más. Les digo todo esto porque me resulta muy difícil de entender ceses como los de Manuel León, delegado de Empleo. Vamos a ver, a este hombre le ha tocado bailar con la más fea, una posición que, al parecer, le ha colocado en el disparadero. Y es que los números hablan por sí solos: casi 50.000 jienenses haciendo cola en las oficinas del Inem, una tasa de paro próxima al 25 por ciento y más de un millar de negocios cerrados sólo en 2008. Éste es el panorama al que se ha tenido que enfrentar Manuel León.

Teniendo en cuenta que la capacidad de actuación de un delegado provincial es bastante limitada (aquí el bacalao se parte en Sevilla), la implicación de Manuel León ha sido más que destacable. Es más, en los ochos años que llevo dándole a la tecla en este periódico, nunca había visto un político tan volcado en su trabajo. Me consta que ha pasado cientos y cientos de horas intermediando en conflictos laborales de máxima trascendencia como el de Holcim o el ERE frustrado de Valeo, sé también que su teléfono móvil siempre ha estado operativo para empresarios y sindicatos, nunca ha titubeado en dar explicaciones sobre los temas más peliagudos… Lo dicho, el que se lo haya cargado, desde luego, no tiene ni la más remota idea de lo que ha currado Manuel León.

Así nos van las cosas.