Poco a poco se empiezan a despejar dudas: 2010 será jodido. ¿Cómo 2009? Pues seguro que no. No se puede caer mucho más. Pero bueno, de bien poco sirve lamentarse. Así que toca aportar soluciones. La ciudadanía, después de asumir que la fiesta se terminó hace un par de años, tendrá que poner todo de su parte, lo que en la práctica viene a ser lo mismo que aceptar que los sueldos se congelan, que los impuestos suben y que habrá que trabajar hasta los 67 años. Bienvenidos sean todos estos sacrificios si realmente sirven para algo. Y en este punto es donde surgen mis dudas.

Yo no digo que las medidas que se han planteado no sean las acertadas -en este negocio está todo escrito-, sino que la efectividad dependerá del atino de los que tienen que tomar las decisiones. No vale todo. Hay que buscar la máxima rentabilidad de cada céntimo que se invierta con cargo al erario público que, al fin y al cabo, es también el erario de todos.

Y les suelto este rollito porque, más allá de la imperiosa necesidad de que Jaén mejore sus niveles de industrialización, se están desembolsando cantidades completamente desorbitadas bajo la excusa de la rentabilidad social y, sobre todo, laboral. No seré yo quien diga que los ex trabajadores de Primayor no se merezcan la mejor de las fortunas. La administración debe cumplir con los compromisos adquiridos. Pero ¿sabén cuantas ayudas se ha llevado la familia Ruiz Mateos para la planta que va a construir en la capital? Pues 9 millones de la Junta de Andalucía, 6 del Gobierno y una cifra por determinar por la censión gratuita de los terrenos por parte del Ayuntamiento. Es decir, si las cuentas no me fallan, más de 214.000 euros de subvención por cada uno de los 70 empleos directos que se crearán, un importe que se quedaría bastante bajo si sumáramos la repercusión del solar.

Repito, que yo no estoy en contra de que se concedan incentivos para generar trabajo. Que el personal de Primayor se merece lo mejor. Pero que quizá haya llegado el momento de que, una vez la factoría funcione a pleno rendimiento -se estima un negocio de 500 millones anuales-, que todos estos incentivos retornen de donde salieron porque hacen mucha falta.