Los ajustes que están llevando a cabo los gobiernos europeos, unos de motu proprio y otros de forma inferida, han puesto sobre el ‘tablero de juego’ un nuevo debate ¿es compatible la drástica reducción del gasto público con los niveles de bienestar? Sí, señoras y señores, así de jodidos estamos. El peligro de este tipo de polémicas, bajo mi punto de vista, es que algún iluminado pueda tener la tentación de justificar determinadas tropelías por aquello del todo vale. Ejemplos, desde luego, no faltan. No hay más que echar un vistazo a las hemerotecas, repasar las páginas de actualidad de los dos últimos años y comprobarlo.

Es decir, ahora más que nunca la sociedad necesita levantar barreras ante el abuso, cuanto más altas mejor, y repeler con acierto ataques que podrían tener consecuencias fatales. Y uno de estos baluartes debe ser, bajo mi modesto entender, los sindicatos. El batacazo de la economía no deja títere con cabeza. Pero si hay un colectivo perjudicado, ése es, sin lugar a dudas, el de los trabajadores. Sean públicos o privados, cualificados o no cualificados, rubios o morenos… Esto no quiere decir, en absoluto, que los asalariados eludan su cuota de sacrificio en ese empeño común que implica el salir de la crisis. Ahí están los 50.000 jienenses sin oficio ni beneficio o el ‘sablazo’ al personal de las administraciones, pensionistas, dependientes y futuras madres.

Pues eso, que las organizaciones sindicales tienen que tirar del carro. Pero antes de hacerlo tienen que recuperar el crédito perdido por su inacción. Y eso supone un ejercicio de autocrítrica que implica, entre otras cosas, no identificar como enemigo a todo el que piense distinto. Más allá de la guerra de cifras, lo sucedido ayer puede ser un buen acicate para la reflexión. Mi compañero Poveda, encargado de pulsar la opinión de los llamados a secundar la huelga, recoge en su crónica de hoy un testimonio que ejemplifica el sentir mayoristario. “Que quede claro que aquí nadie está de acuerdo con el recorte, pero tampoco con cómo han actuado los sindicatos”, decían en uno de los juzgados entre asentimientos de los funcionarios.