Señoras y señores, niños y niñas, abuelos y abuelas, ¡se acabó el paro en Jaén! Aleluya. Adiós a las penas, a los malos ratos, a las penurias económicas. Unos señores muy listos nos han devuelto la esperanza en Jaén y en los seres humanos: en los próximos años se crerarán más de 60.000 trabajos en la provincia para llevar a término todas las infraestructuras que están en marcha. Sí, amigos, como lo oyen, que de golpe y porrazo, de la noche a la mañana, pasaremos de tener la cuarta tasa de paro más alta de España al pleno empleo. Es más, como somos así de chulos, no sólo vamos a tener la posibilidad de colocar a los 41.000 paisanos que conforman las listas del Inem, sino que también necesitaremos una cuarta parte de los de Granada (60.000 inscritos), que mira que también andan chungos por aquella tierra hermana.
Bueno, hablemos en serio, que después me dice mi amiga Ana que soy un poco descreído. Aclaremos los términos. Se trata de 60.000 puestos que se irán cubriendo de forma secuencial (conforme se vayan ejecutando los proyectos) y que, por tanto, no tendrán carácter estructural, ya que los contratos se extinguirán cuando finalice la tarea. Ya saben que siempre se debe leer la letra pequeña, que después vienen las sorpresas.
Moraleja, que si de lo que se trataba era de devolver la moral a la tropa y recuperar la confianza perdida, objetivo cumplido. Les hablaba el otro día de la importancia de la prudencia, de medir muy bien los mensajes que se lanzan a la ciudadanía para que después no vengan los batacazos, las depresiones y las crisis. Pero si hasta el propio Emilio Botín se quejaba el otro día de que la banca española había pecado en el último decenio de falta de prudencia.
Vale, está bien, la obra pública abre perspectivas interesantes para el futuro de Jaén a medio plazo, pero ¿no hubiera sido más interesante mirar un poco más allá y poner el acento en la repercusión positiva que tendrá sobre nuestro tejido productivo contar con más y mejores comunicaciones? Quizá ese horizonte quede demasiado lejano (yo ya me he comprado un buen catalejo para poder verlo), pero no hemos de olvidar que la travesía del desierto ha durado siglos (todavía estamos en ello) y que ya era hora de que los señores de la cosa pública se empezaran a acordar de nosotros.