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jorgepastor2000

Patadón y tentetieso

Cárcel para los siesticidas

La crisis, puta-putísima como ella sola, nos ha sacado los colores. No me refiero a usted y mí, que posiblemente también, sino a esa España camisa blanca de mi esperanza. Sí, ese país que hace un par de años se pavoneaba de ser la sexta potencia mundial. Pero no. No voy a centrarme en nuestras vergüenzas y debilidades, que al final se nos quedará cara de nutria. Más allá de lo jodidos que podamos estar, lo cierto es que España sigue siendo para muchos un paradigma del buen vivir. Yo también lo pienso. Hace sol, se come bien, prisas las justas… Pero si hay algo que nos diferencia de los demás -positivamente, por supuesto-, eso es la siesta. Desenchufar el cable durante quince, veinte o treinta minutos, no hace falta mucho más, permite afrontar la tarde con nuevos bríos y con mucha energía. Ahora que tanto se insiste en que falta productividad y en que el ‘factor humano’ -qué asco me da hablar así- no rinde lo suficiente, creo que ha llegado el momento de proteger esa media horita de sueño reparador y vivificante.

Pero hay algunos que no lo entienden así, que se dedican a palpar los cojoncillos justo en el momento que Morfeo te acoge en su regazo. Y no me refiero al vecino del quinto o al que toca el claxon de forma compulsiva, sino a esas inoportunas llamadas telefónicas en las que alguien, siempre con buenas maneras y voz suavona, intenta venderte algo. Un servidor, por convicción, siempre cuenta hasta diez antes de mandar a un fulano a la mismísima mierda. Me sitúo en la posición del otro, del muchacho o la muchacha cuyo jornal depende de su capacidad de convencerte de una empresa absolutamente inverosímil a las tres y media de la tarde -que te cambies de operador de móviles o que suscribas un seguro a todo riesgo para tu hogar- y normalmente optó por oír y callar. Piensas en su mujer, en sus hijos, en sus abuelos… tragas saliva y le dices que no, que no te interesa. En alguna ocasión incluso he deseado suerte al interlocutor. ¿Qué pasa? Pues que las compañías de servicios son perfectamente conscientes de ello. De hecho, por aquello de minimizar costes, hubo un tiempo no muy lejano en que estos siesticidas tomaron la decisión de sustituir las personas por máquinas. Grave error. Ahora han vuelto al sistema antiguo plenamente conscientes de que, al menos en lo que a mí concierne, los reparos a la hora de acordarse en los difuntos del prójimo no son los mismos cuando se trata de un puñetero microchip que cuando el interlocutor tiene carne, huesos y sobre todo alma.

Así que desde aquí, desde este blog, y con el respeto debido, pido a quien competa que tome cartas en el asunto. ¿No han declarado el flamenco y la dieta mediterránea Patrimonio Inmaterial de la Humanidad? Pues que hagan lo mismo con la siesta. Y lo hagan rápido porque ni los aficionados a la cabezada tenemos que sufrir castigo tan ruin ni tampoco nadie, y mucho menos un currela, se merece tamaños desprecios. Acudan a los argumentos que quieran. A la solidaridad, a la armonía, a la Ley de Economía Sostenible –por aquello de la competitividad-, a lo que les salga de las santísimas narices, pero por el bien de todos prohíban estas tropelías o aquí alguien, el más débil, seguirá saliendo trasquilado.

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'El día que la mierda valga algo, los pobres nacerán sin culo' (García Márquez)

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