Jaén se viste de largo para mostrarse al mundo como el principal productor de aceite de oliva. Los datos son apabullantes: los 66 millones de olivos plantados en la provincia generan uno de cada cuatro litros de ‘oro verde’ que se consumen en el planeta. De ahí la enorme trascendencia de Expoliva, que se desarrollará desde mañana hasta el domingo. Pese a las incertidumbres que atraviesa el sector, las expectativas para la feria son sensacionales. Se prevé que más de 50.000 profesionales pasen por ella. Pero no sólo los aspectos cuantitativos son relevantes; Expoliva 2011 supone un salto de calidad. Primero y principal por una nueva distribución de los stands. Y segundo porque Expoliva ‘subirá’ hasta el centro de la capital para que todos los jienenses tengan la posibilidad de disfrutar de la fiesta. Habrá degustaciones, concursos, certámenes fotográficos, tratamientos de belleza, música en directo… actividades de calle que, a buen seguro, contarán con el respaldo de los ciudadanos.
Pero, desgraciadamente, también se hablará de dificultades. Y, lo más importante, de cuáles son las salidas para solventar esas dificultades. El sector, que hunde sus raíces en el milenarismo, jamás había sufrido una crisis tan dañina como la que vive desde hace tres años. Desde de 2008 el ‘oro verde’ se vende como si se tratara ‘hojalata verde’, lo que deja fuera de rentabilidad al 70 por ciento de las plantaciones. Pero lo preocupante es que no estamos ante un hecho coyuntural; el problema es estructural.
Mientras que el segmento productor no se dimensione y gane capacidad negociadora frente a los cinco grandes compradores, será muy difícil que las cotizaciones medias del kilogramo vuelvan a superar los dos euros. Cualquier solución eventual, como la intervención mediante el almacenamiento privado, no dejará de ser eso, un parche. Una aspirina que calma el dolor, pero que no sana la enfermedad, como indicó recientemente el comisario de Agricultura, Dacian Ciolos, ante la insistencia española para que Bruselas pusiera en marcha un sistema que en 2009 propició una apreciación del producto en pocos meses.
Algo huele mal. Y casi todo el mundo –no todos– apunta con el dedo acusador a la gran distribución. Las matemáticas avalan esta teoría. Jamás se había demandado tanto aceite. Es cierto que esta eclosión se justifica porque estamos ante ‘algo’ barato, pero no es menos cierto que, en circunstancias como ésta, los mercados deberían responder tirando hacia arriba de los precios. No está sucediendo porque, gracias a una climatología benévola, nos acercamos a cifras récord de cosecha y porque las cooperativas, necesitadas de liquidez por las trabas crediticias, venden por debajo del umbral que garantiza la viabilidad para sus socios.
Tres años después seguimos con el mismo cuento. ¿Hasta cuándo?