Hace unos días que terminó la feria de San Lucas. Toca hacer balance. Hablemos de la rentabilidad obtenida por los caseteros. Andan los susudichos bastante quejosos porque no han llenado la saca como en otras ocasiones. Aseguran que ha bajado más gente al ferial, pero que el nivel de gasto per cápita se ha reducido de forma considerable. Vamos, que mucho bailecito, mucho ji-ji-ji ja-ja-ja, pero que a la hora de retratarse… lo justo.
Mi pregunta es ¿qué han hecho ellos para evitar el supuesto desacalabro? Yo se lo voy a decir: nada. Ni las putas sevillanas, ni la música chunda-chunda a tropecientos decibelios, ni las ganas de fiestas han podido con la penurias económicas y con las estrecheces que están pasando las familias. A ver si nos enteramos de una puñetera vez. Que sí, que la crisis no es ningún invento, que es algo real, que las cifras de morosidad se han incrementado un 30 por ciento en la provincia en el último año.
Y es que uno se cansa ya de tanto ‘quejío’ y tanto rechinar de dientes. La cosa está jodida para todo hijo de vecino. Los concesionarios de automóviles no venden coches, el pequeño comercio se demantela, la producción industrial se reduce… ¿y con todo esto queremos que la gente se hinche a copas?. Hombre, es vidente (y legítimo) que el fin de cualquier negocio sea ganar dinero. Faltaría menos. Pero también es de sentido común bajarse de la burra cuando se sabe a ciencia cierta que hay peligro de batacazo. Me refiero, por ejemplo, a lo de los cuba-libres a cinco euros. Y es que apoquinar 832 pesetas de las de antes por un chorreón de ron, seis cubitos y un refresco… ya me dirán ustedes. Por muchos gastos que se tengan y por muchos impuestos que se paguen, estamos hablando de beneficios que en muchos casos superan el 500 por cien (cálculo hecho a un menda por un proveedor de bebidas).
Sólo con mucha imaginación (márquetin), y reduciendo márgenes, se puede intentar que la gente compre sin tener dinero. Así funciona esto.