Hago un sondeo entre los compañeros de publicidad para ver con qué me despacho hoy en el blog. Necesito algo distinto. Escapar de los vórtices de la actualidad por cualquier rendija. Margarita me sugiere que hable de un novedoso sistema de peeling que debe ser la repanocha. “Es lo último”, me apostilla. Consiste básicamente en que un susodicho -o una susodicha- te acaricie la piel con la punta de un diamante. Al parecer, además de darte un ‘gustirriní’ enorme, te deja la epidermis como el culito de un bebé. No está mal. Una propuesta rupturista respecto a las profundidades de la PAC, el sainete del tranvía o las tierras, siempre movedizas, de la política nacional. Está bien. Podría teorizar sobre la belleza, sobre lo mucho que evoluciona el mundo de la estética, sobre la prevalencia de la imagen en una sociedad presa de las convenciones… Pero no. No termino de verlo.Gracias Margarita, pero estoy completamente seguro de que al final terminaría soltando cuatro soplapolleces.

Juan José, siempre al quite en estas lidias, me plantea otro asuntillo que puede tener su aquél. El primer gol del Bestis B al Real Jaén en el partido del pasado domingo. Resulta que al portero local le pitaron un libre indirecto dentro del área y los otros, muy ladinos, sacaron rápidamente aprovechando el desconcierto de los jienenses. Pepino. Cero a uno. Se acabó lo que se daba. Pues eso, que al igual que los tratamientos cutáneos con piedras preciosas, también los arcanos del fútbol dan para mucho. Que si el trencilla se pasó de listo y quiso acaparar todo el protagonismo, que si el reglamento puede interpretarse de mil y una maneras, que si al Jaén se la tienen jurada. Ya les digo, si hay un ‘terreno’ abonado para las pasiones encontradas ése es el ‘terreno’ de juego. Crónicas gloriosas se han escrito sobre gestas balompédicas en la que un pequeño, siempre muy pequeño, derroca a un grande, siempre muy grande, apelando a la heroica. Pero no. Reconozco que me gusta el tema, pero soy consciente de mis limitaciones en un campo donde no sobran eruditos.

Estas vacilaciones sobre querencias personales y gustos de la audiencia me han dado, por ahora, para largarme dos párrafos. Pero más allá de avanzar en un texto aparentemente insípido, este circunloquio me ha empujado poco a poco hacia un debate nada estéril. Lo que yo considero que puede ser interesante y lo que los lectores entienden que es interesante. Y aquí es donde observo, con preocupación, que nuestros caminos son divergentes. Es más. Aunque les esté hablando en primera persona, me atrevería a decir que esta falta de sintonía es un mal generalizado de una profesión en la que también afloran doctos por todas partes. Es posible que las inquietudes de la humanidad no giren en torno al peeling con diamantes o los goles ilícitos del Bestis B, pero también es más que probable que la gente esté hasta las mismísima narices de la PAC, el tranvía y la política. Y lo terrible es que nosotros, los periodistas, o no nos damos cuenta o, lo que es más grave, no queremos darnos cuenta.