La crisis tiene factores exógenos y endógenos. El fiasco de las subprime y la consiguiente desconfianza del sistema financiero nos vinieron de fuera. Tampoco es cien por cien imputable a la economía española el encarecimiento de las materias primas (petróleo y cerelaes) y su repercursión sobre el IPC. Es más, ni siquiera la subida de los tipos de interés tiene su origen estrictamente aquí, sino en los mecanismos de regulación puestos en marcha por la autoridad monetaria para controlar la inflación.
Lo del estallido de la burbuja inmobiliaria sí que es un fenémeno ‘made in Spain’. A principios de 2007, el precio medio del metro cuadrado en la capital jienense se situó por encima de los 2.200 euros, según datos oficiales del Ministerio de la Vivienda. Los que se embarcaron en la aventura del ‘ladrillo’ se han encontrado ahora con la penosa realidad de que están pagando una hipoteca valorada por encima del coste real de la propiedad.
Pero ahora, cuando todo el mundo habla de remedios, a Jaén le ha surgido una nueva enfermedad. Es lo que algunos han bautizado ya como el ‘aceitunazo’. El precio medio del aceite de oliva (virgen extra, virgen, lampante y de calidad inferior) está rondando en estos instantes cotizaciones muy próximas a los 2 euros, lo que sitúa fuera del umbral de la rentabilidad a la inmensa mayoría de las explotaciones de la provincia (las organizaciones agrarias estiman que el 80 por ciento de las fincas estarían en pérdidas). El asunto es preocupante. La COAG calcula que sólo en octubre, con el ‘oro verde’ a 2,20 euros (veinte céntimos por debajo del límite de los beneficios), los olivareros dejaron de ingresar 40 millones de euros, un auténtico lujazo si tenemos en cuenta los déficit de solvencia de nuestro tejido productivo.
A ver quién se atreve a ponerle el cascabel al gato.