No está en mi ánimo herir sensibilidades, que con esto de la crisis y la primavera todos estamos especialmente suspicaces. Pero tengo la necesidad vital de decirlo: qué ladrillazo de campaña electoral, señor. Menudo castigo. La misma previsibilidad en los temas, el mismo discurso maniqueo (y simplista) de “yo soy el bueno y tú eres el malo” y la misma escenografía de siempre (aunque con menos pirotecnia, que se supone que el dinero escasea). Pero como la naturaleza es imperfecta y la política la hacen las personas, afortunadamente siempre hay alguien con la rara habilidad de salirse del guión y que yo hoy, por ejemplo, pueda ventilarme este artículo narrándoles que ha sucedido algo distinto. Todo ocurrió este domingo en la plaza de Santa María. Candidatos y ediles peperos formaban junto a Cristóbal Montoro para la tradicional foto de familia. Detrás, imponente, la santa y apostólica iglesia catedral. Todo perfecto. Sonrisas, buen rollito, gestos de complicidad… ‘Todos para uno y uno para todos’, como los tres mosqueteros. Pero mire usted por donde que, de repente, irrumpe la edil Cristina Nestares, el verso libre del PP jienense, que se postra ante Montoro (se supone que para no taparlo) y en posición orante, con las manos entrelazadas, mira primero al ministro y después a las cámaras, componiendo una escena que, bajo mi modesto parecer, se ha convertido ya en ‘la imagen’ de la campaña.
Les confieso que yo siempre he profesado admiración hacia Cristina Nestares. A partir de ahora me convierto en auténtico fans. Realmente este encandilamiento no viene del trato personal. Jamás he tomado café con ella. Nuestros mundos no convergen. Y si acaso habremos hablado en un par de ocasiones. Recuerdo que alguna vez me reprendió, con muchas gracia por cierto, sobre algo que escribí y que consideró inapropiado. También algún encuentro fortuito con prisas de por medio. Siempre he seguido con mucha atención sus comparecencias, pero sobre todo su inusual capacidad para no pasar desapercibida. Y además, y esto es lo importante, desde una calculada espontaneidad que la aparta de la ortodoxia de un partido, el PP, donde la lisura no está bien vista y la uniformidad es dogma de fe (y tan bien que les va). Ya les digo que Nestares no tiene nada de ingenua, pero sí un punto de deliberada campechanía que humaniza una política gris, profesionalizada y tantas veces alejada del sentir de los ciudadanos. Por eso tiene los mismísimos de plantarse delante de Montoro, la catedral y los periodistas, arrodillarse y acaparar todos los focos aunque ésa no fuera su intención (que estoy seguro de que no lo fue). O abrazarse a uno de los plataneros del Paseo de la Estación amenazados por el trazado del tranvía. O marcarse con naturalidad unas sevillanas en la feria de San Lucas. Es ella. Es Cristina Nestares.
Por eso, Cristina, te animo a que sigas siendo así. Es más, te conmino a que perseveres y que te plantees seriamente dar el salto a la corte. Cuánto me gustaría verte desempeñando cargos de alta responsabilidad. De ministra de Cultura, por ejemplo. Inaugurando ampliaciones del Museo del Prado, entregando premios literarios en el Ateneo o recibiendo a tu homóloga alemana a las escalerillas del avión. Este país, sumido en la tristeza y el desconsuelo de un futuro incierto, necesita prohombres y promujeres como tú. Originales, desenvueltos, capaces de ponerse el mundo por montera y de bailarse, si se tercia, un chotis, un rap o unas sevillanas en medio de una sesión de control al Gobierno o una recepción oficial en la Zarzuela. ‘Yes we can’, Nestares presidenta.