Campana y se acabó. Adiós a 2008, adiós a los atracones navideños y adiós al ‘shopping’ salvaje de los últimos días. Toca volver a la normalidad de cada comienzo de año; es decir a la puta cuesta de enero, que esta vez será más pronunciada que los picos del Tourmalet. Habrá que preguntarle a Perico Delgado y Miguel Induráin cómo lo hicieron para subir a lo más alto y no espicharla en el intento. Todo indica que este 2009 que acaba de comenzar va a ser un puerto de montaña permanente para la inmensa mayoría de los jaeneritos de pie, esos que ganan menos de 800 euros al mes y que ahora se levantan todos los días con la incertidumbre de qué marronazo me encontraré cuando lleguen al curro.

Asegura un amigo del alma, muy sabio él, que cuando nos falla lo material nos agarramos a lo espiritual. Defiende la teoría de que en tiempos de recesión y dificultades la gente regresa a los templos para pedirle a Dios todo lo que le han quitado los hombres. Pero me da a mí que nos va a hacer falta algo más que la provindencia para salir del atolladero. Dicen que habrá que esperar hasta 2012 para que Jaén vuelva a la senda de la prosperidad. ‘Qué largo me lo fiáis’, decía el Burlador de Sevilla. Y es que pensar en que nos quedan tres años por delante… jode, y mucho. Pero eso es lo que hay, los excesos se pagan, y nosotros tan sólo hemos empezado a purgar ahora por los pecados propios y también por los ajenos.

Por eso me he convertido en un zapaterista convencido. Me gusta que nuestro presidente afirme sin titubeos que a partir del segundo semestre las cosas cambiarán. Sí, ya sé que el buen hombre no es precisamente San Malaquías, que falla en sus previsiones más que una escopeta de feria, pero siempre cabe la posibilidad de que alguna vez acierte. ¿No?

Por si acaso la historia se repite, yo me he hecho el firme propósito de ser optimista. Todos los días me levanto de la cama diciendo ‘podemos’. Pensábamos que la Selección no pasaba de cuartos y ya ven, nos convertimos en campeones de Europa.