Andan las mentes preclaras de nuestros políticos barruntando ideas para conseguir que Jaén sea un destino atractivo ahora que los vientos soplan en contra. Bueno, en realidad hace mucho tiempo que encontraron la fórmula mágica, el turismo verde y el cultural. La diferencia respecto a los discursos del pasado es que ahora sí están poniendo pasta gansa encima de la mesa, que es en definitiva de lo que se trata. Dice el refranero castellano que ‘más vale tarde que nunca’, pero lo cierto es que el olvido de las administraciones hacia Cazorla ha permitido que todo el mundo nos adelante por la derecha y por la izquierda. No hay más que ver las estadísticas sobre afluencia a los parques naturales para observar esto que les estoy diciendo: en diez años hemos pasado del primer puesto al decimoquinto. Fuimos líderes, pero ahora sólo aspiramos a no bajar a segunda división.

Perfecto. Nos hemos dado cuenta a destiempo, pero nos hemos dado cuenta. Ahora lo que está por ver es si el lavado de cara de Cazorla y los diferentes planes ideados para Úbeda y Baeza van a llenar los hoteles y restaurantes. Y es que yo no me creo la milonga ésa de que el interior en un complemento de la costa. No lo es. O al menos no lo es si por ‘complemento’ entendemos parar una hora en La Carolina a tomar una cerveza y probar el paté de perdiz. Lo que les quiero decir es que, más allá de la cuantía de las inversiones, el problema es que la gente no tiene un chavo y jalarán y pernoctarán donde les salga más barato.

Lamentablemente las empresas de Jaén no pueden competir vía precios con las grandes cadenas del litoral, que están lanzando jugosas ofertas para atraer clientela. Así que quizá ha llegado el momento de acometer una profunda reestructuración de un mercado que ha crecido de forma desordenada y a base de impulsos. Se imponen los cambios.