Alguien debería de poner un poco de cordura en la forma de proceder de los que administran, con más o menos acierto, el dinero de todos. Vamos a ver ¿no estamos viviendo una de las crisis más duras de la historia? Pues bien, parece que nuestros políticos, que promulgan a los cuatros vientos que se congelan los sueldos (todavía no he escuchado a ninguno que diga que se lo baja), no tienen muy claro que si se trata de apretarse el cinturón, hay que prescindir de todos los excesos que se cometieron cuando el dinero de los ladrillos llenaba las arcas públicas. A ver si se enteran, que la cosa está muy jodida y que ellos son los primeros que tienen que predicar con el ejemplo. Y les digo todo esto por la auténtica desvergüenza que supone que, a pesar de planes de austeridad y demás milongas, siguen gastándose muchísima pasta en copetines, fiestas y convites.

Ayer mismo, sin ir más lejos, se ofreció un auténtico festival gastronómico con motivo de la entrega de resoluciones para los 51 grupos de desarrollo rural andaluces que gestionarán los fondos comunitarios de aquí a 2015. ¡Madre mía la de bandejas con canapeses, jamoncito y queso curado que pudieron pasar! Alucinante, de verdad. Además, no es un hecho puntual. Yo mismo he asistido a otros cuantos eventos en los últimos meses en los que no ha faltado nada de nada. Barra libre y gloria bendita para todo el mundo (con el agravante de que un elevado porcentaje de los que comen y beben son siempre los mismos).

Hay un proverbio asquerosamente machista que dice que ‘no basta con que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo’. Pero parece ser que por estos lares no nos aplicamos el cuento. Para poco sirve que los funcionarios apaguen la luz después de mear o que hagan fotocopias por las dos caras para ahorrar papel, y después los mismos que dictan esas normas bendigan estas sobradas. Recordemos: 10.000 parados más en un año y 1.000 negocios cerrados en 2008. No, no es demagogia, es la puta realidad de una recesión motivada, precisamente, por tanto derroche y por tanta falta de sentido común.