No sé si les pasará a ustedes, pero a mí los períodos electorales me parecen un absoluto coñazo. A niega a B y B niega a A. Así funciona la partitocracia bipolar. Decía el ilustrado Rivarol que “es una bestia feroz quien no comprende que las ideas no pueden combatirse a cañonazos”. Ya verán cómo se las gastan unos y otros en estos quince días de mítines, actos electorales, afectuosos abrazos y apretones de manos. A pesar de ello, la provincia de Jaén se juega mucho en los comicios del próximo 7 de junio. Maleni Álvarez, la ex ministra de Fomento, ya habló de ello el otro día en la capital: los centros de poder de la Unión Europea toman el 70 por ciento de las decisiones que tienen una incidencia directa en nuestras existencias.
Según la Guía Campsa, Jaén está a 1.913,2 kilómetros de Bruselas. Quizá quede un poco lejos, pero lo cierto es que la principal sede administrativa del Viejo Continente estará muy presente en la vida de los 108.000 olivareros jienenses en los próximos cuatro años.
En la legislatura 2009-2013 debe negociarse la nueva Política Agraria Común (PAC). ¿Se acabarán las ayudas?, ¿se ligarán a criterios medioambientales?, ¿qué suerte correrán las explotaciones menos productivas en un hipotético futuro sin incentivos? Preguntas todas que deberán responder ‘los elegidos’. Un dato: uno de cada tres euros que componen la renta de los olivicultores de Jaén proviene directamente de las arcas comunitarias.
Tanto el PSOE como el PP son conscientes de la importancia que ha tenido la UE para el desarrollo de Jaén (de hecho hoy día sigue siendo Objetivo 1). Por eso, digo yo, defenderán a capa y espada el mantenimiento de las subvenciones. Pero los principales partidos saben perfectamente que los voluntarismos sirven para bien poco cuando los que ponen la pasta fresca encima de la mesa se baten en retirada, que es exactamente lo que está pasando en estos momentos.
Dios proveerá.