Una de las principales consecuencias del batiburrillo de organismos oficiales que nos ha tocado en suerte es la multiplicidad de mensajes. Un día habla el Estado; el siguiente el Estado y la Junta; el siguiente el Estado, la Junta y la Diputación; y el siguiente el Estado, la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento… y así hasta el infinito. Este ‘totum revolutum’ genera un gran desconcierto entre los ciudadanos, que muchas veces no son capaces de identificar de dónde parten esas magníficas ideas que deben hacernos la vida un poco más fácil. Este desbarajuste se han convertido en una estrategia propagandística de primer orden. Es fácil, se trata de tirar la piedra y esconder la mano.
Ahora, con esto de que la economía no levanta cabeza, el maremagno de aportaciones institucionales a la causa anticrisis es todavía mucho mayor. ¿Qué pasa? Lo dicho, que la información llega a la gente pero después resulta bastante complicado localizar la fuente. De esta forma, el malo (o el bueno) no es el Estado, la Junta, el Ayuntamiento o la Diputación, sino esa cosa llamada ‘administración’.
Les digo todo esto porque si sumáramos el impacto laboral de todos los planes de reactivación que se están poniendo en marcha desde hace dos o tres años (perdonen que sea un poco impreciso), Jaén tendría que estar muy próximo al pleno empleo y, sin embargo, los últimos datos del Inem nos sitúan muy cerca de los 50.000 demandantes de trabajo. ¿A quién habría que pedirle responsabilidades? Ésa es la pregunta de millón.