Desde que cumplí la mayoría de edad -hace ya unos cuantos añitos- nunca he faltado jamás a la cita con las urnas. El 7-J tampoco fallaré. No sé si será porque de pequeño me inculcaron que participar en las elecciones es un ejercicio de responsabilidad (recuerden aquel famoso eslogan de ‘no dejes que nadie decida por ti’) o porque siempre me ha atraído el debate en torno a las ideas, pero mi voto siempre ha contado. Esta posición ante la vida no es ni buena ni mala. Es más, entiendo perfectamente a esa mayoría de ciudadanos que el próximo domingo emplearán su tiempo en cualquier cosa menos en pasarse por el colegio electoral. Y es que no recuerdo una campaña de tan bajísimo nivel como ésta.
Después de 15 días escuchando con máximo interés a unos y otros, he llegado a la conclusión de que Europa es una preocupación secundaria para nuestros partidos, lo cual me produce auténtico pavor si tenemos en cuenta que en Bruselas se adoptan el 70 por ciento de las decisiones políticas que tienen incidencia directa en nuestras vidas.
¿Qué hubiera sido de esta provincia sin la generosa ayuda de la UE? Si veintitrés años después de que España se incorporara a la comunidad económica Jaén sigue siendo región ‘Objetivo 1’, sin la UE estoy completamente seguro de que todavía estaríamos en ‘vías de desarrollo’, por utilizar la terminología que se empleaba en 1986. Por eso me fastidia que en estas dos semanas se haya hablado de todo menos de Europa. Que si el Falcon del presidente, que si los escoltas de Aznar, que si los trajes del Camps, que si los ‘brotes verdes’…
Lo dicho. Decepcionante.