Hemos conocido estos días las artes de nuestros dirigentes políticos para dirigir un pleno, auténticos «mamporreros», Zarrías dixit. (Un día escribiré sobre los insultos de los políticos) Lo del alcalde el viernes, cuando evitó que se debatiera la moción para hacer público los bienes de los concejales, fue un despropósito mayúsculo, de tomarnos por ‘tonto pollas’, para no andar con rodeos perifrásticos. Lo que me llama la atención es que la secretaria del Ayuntamiento, un cargo funcionarial e independiente -es de suponer-, se prestara al juego. La secretaria apeló al artículo 188 pero leyó sólo las dos primeras líneas para justificar que Torres Hurtado evitase el debate de la moción socialista que él mismo había incluido días antes en el orden del día: «El alcalde y cualquier concejal podrá pedir, durante el debate, la retirada de algún expediente incluido en el orden del día». Aquí se quedó la agradecida secretaria. Se le olvidó leer que el artículo continuaba: «… a efectos de que se incorporen al mismo documentos o informes, y también que el expediente quede sobre la mesa, aplazándose su discusión para la siguiente sesión». Y todavía continúa. Lo peor de la democracia es cuando te muerdes la lengua con el bolsillo. La secretaria leyó el artículo a medias. Me dice un compañero que a él le hacían lo mismo los curas, cuando le decían que el Evangelio prohibía comer… carne. Pero se callaban en lo de comer y no probaban bocado en todo el día; esto es como multiplicar los pecados dividiendo los panes y los peces. El presidente de la Diputación tampoco demostró ayer buenas artes en su dirección del pleno. Prepotente, chulesco a ratos y retador. Pero sin impedir el debate, eso sí. Tampoco la oposición se lo pone fácil. Todos se olvidan de que están administrando un reglamento reglado y que su voluntad está plegada a la de quienes les votan. Lo dicho, que nos toman por ‘tonto pollas’.