Pues eso. Que no me entero de la misa la media, que me lo dicen los lectores, que mis fuentes me han traicionado por un puñado de céntimos de cobre, que lo que cuento, al final, no sucede; como ese mensaje que le tenía preparado a Javier Arenas el coordinador de campaña, el sereno de las cáscaras de pipas, Juan Antonio Mérida, por si acaso el Sevilla perdía la copa de la UEFA. Pero nada, que mi corazón también está hoy con el buzón de los mensajes no enviados de Mérida.
Que soy machista, que no tengo ni puñetera gracia, que a ratos me convierto en un sociata de capullo en vena y otras veces soy la Salsa Rosa de este cóctel de muermos. Pero entonces te deja un lector un mensaje -o me lo dedico yo mismo, quién sabe- diciendo que eres bueno, coño, que te leen como a la biblia pagana de esta ciudad de zanjas y exceso de dioses. Y me vuelvo a poner más contento que Nino García-Royo con un plano de colores, o Sebastián Pérez con la credencial del Plan Parihuela al cuello (para ser ecuánimes). [Hoy he aprendido a poner estos muñequitos y estoy de un pesado que ni me aguanto].
Pero a veces tengo asociaciones de ideas ingeniosas, muy de cuando en cuando, claro está. Por ejemplo, al leer hoy la entrevista de la consejera de Gobernación, Evangelina Naranjo, criticando los botellódromos y negándoselos a Torres Hurtado como el pan duro en la sopa y la sal en las yagas. Entonces recordé mis tiempos de cronista municipal en el Ayuntamiento de Sevilla, cuando Naranjo le quitó el sitio de portavoz a Emilio Carrillo y Monteseirín la catapultó a la pantalla plana de la Junta. Estaba de concejala de Juventud Susana Díaz, compañera de partido de la actual consejera, y el Ayuntamiento de Sevilla barruntaba el primer boceto de botellódromo que se iba a construir en Andalucía, en el muelle de Nueva York, junto al Guadalquivir, con escenarios para los conciertos locos de esas tardes de caracoles y mosquitos. De hecho, el bautizo como ‘botellódromo’ viene de aquella época y se exportó por asimilación al Rasillo. Eran también esos momentos en los que Pepe Torres era el responsable del Gobierno en Andalucía y le echaba el marrón de la movida a los alcaldes, según dicen las declaraciones que ahora airea el PSOE.
En fin, que todos dicen digo donde dijeron diego. Y uno, que no se entera de la película, que me lo dicen los lectores, se queda patidifuso, sin saber qué pensar de tanto marujeo.
De esta guisa más o menos.