Está claro que muchos de nuestros concejales son la antítesis de Demóstenes, que si se meten piedras en la boca, las parten. Pero hay otro, adalid de la Cultura, orador de soltura, que hay veces que abre la boca y suelta una caja de zapatos. Ayer, Juan García Montero sugirió que detrás del incendio en el Cuarto Real había una mano negra. No había que atar demasiados cabos para descubrir que la mano a la que se quería referir sujeta una rosa. Si Juan hubiese tenido más arrojo -que para poca prudencia, mejor ninguna- habría dicho que los socialistas se buscaron a un chico para que tirase una colilla en el Cuarto Real y evidenciara que el PP pasa un quilo de los monumentos y del patrimonio, que los populares si pudieran pasarían la motosierra con la que talan los árboles por las nubes de la Torres de la Vela. Pero Juan todavía es un aprendiz de pirómano, que tira la piedra pero se mete la mano en el bolsillo. Lo he dicho alguna vez, Juan es buen concejal, pero malo e imprudente cuando juega a ser político. Ya le pasó con el Circo. Por cierto, los socialistas todavía tienen un as bajo la manga en este asunto, la última pirueta para librarse de la Cámara de Cuentas. Al tiempo.