El director de la revista satírica ‘El Batracio Amarillo’ organizó una marcha desde Motril hasta Granada para protestar por el retraso de las autovías de la Costa. Y se quedó solo. Vamos, que ni siquiera estaban dos y el del tambor y tampoco pudo pronunciar aquello que le dijo el padre al hijo: ‘no me fío ni de la mitad de la cuadrilla’. Quién ha visto. Si convocas a la gente a tumbarse tres días en el sofá a la bartola contra el maltrato del Gobierno se llenan salones y salones de granadinos solidarios con una pizza familiar en ristre dispuestos a no levantarse del tresillo en 78 horas. Puedes convocar a la peña a tomar cervezas, incluso a ver un empate a cero de España-Leichester en diferido. Pero hay que ser muy incrédulo para pretender que la gente se pegue un palizón entre Motril y Granada -y los pasitos que doy los voy contando- para gritar por una autovía que los políticos llevan dos décadas prometiendo. Y allí estaba el compañero del Batracio Amarillo en solitario, protestando por sus paisanos, que ya están tan resignados que no salen a la calle ni para gritar ‘esta boca es mía’.