El majara del Batracio Amarillo que quiso ponernos a todos a caminar en señal de protesta por el retraso de las autovías de la Costa -y se quedó solo-, tuvo que pensar ayer ¡cagondié! cuando vio a miles de sus paisanos pegándose codazos para darle la manita al Príncipe. Este pueblo es así, plebeyo y misericordioso, que es incapaz de alzar la voz mientras le clavan el penúltimo cono (pongamos que en las tripas), pero que jalea como una verdulera -o verdulero- a cualquier folclórica, un meapilas, una princesita o al que se ponga una peineta. Aquel ingenuo del Batracio que pretendió que nos manifestásemos por los veinte años de promesas incumplidas tuvo que arañarse ayer las pupilas cuando vio al último concejal que nunca resolvió nada hacer cola para salir en la foto junto a la sombra de una banderita roja y gualda. Políticos presumiendo de políticos cuando han convertido la política en la hermanastra cutre de las mentiras. La fragata Álvaro de Bazán, la mejor de Europa, ya surca los mares de Motril, viento en popa y nosotros a dos velas. Que yo estoy por viajar en barquito para ahorrarme los atascos; pero es que tampoco hay puerto deportivo.