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Quico Chirino Núñez

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Armillado

El martes se conocieron dos decisiones judiciales de enorme trascendencia: el auto de la jueza que autoriza que se hagan obras de seguridad en el Parque Nevada y la decisión de otra magistrada que permite de una vez por todas que podamos ver el reportaje sobre el ‘Pescaílla’. Sin estos dos asuntos resueltos no sé si hubiese sido capaz de irme de puente a rascarme la barriga.

Por suerte, la justicia ha sido justa, y le veremos la jeta al hijo bastardo del marido de Lola. Por la misma fortuna, Tomás Olivo podrá afianzar la estructura de su faraónico centro comercial, a punto de desmoronarse y no precisamente por el viento y la lluvia.

También tuvo mala pata el pobre de Tomás Olivo: empieza a correr, levanta una planta a machacamartillo mientras la Junta y la Justicia se deciden, y cuando ya estaba a punto se terminarla ¡zas!, la jueza le para una obra que -tal y como está planteada- nunca debía de haber empezado. Qué culpa tiene Olivo de que las administraciones hayan tardado un año en mover un dedo y que a él le haya dado tiempo para dejar el Nevada a falta de los cristales. Pues claro, ahora tiene que ponerle un techito para que no se moje.

La jueza también podía haber optado por ordenar que se desmonte la última estructura metálica, pero eso habría sido ya una tocada de pelendengues.

Tan contentos estaban algunos tras conocer el auto judicial que interpretaron lo que no es y pensaron que se había levantado la paralización que pesa sobre el Nevada, que sigue recurrida en el TSJA y formalmente efectiva. Que le leyeron Santiago de Compostela y entendieron ‘Compóntela cómo puedas, Santiago’. Y ahí siguen, dándole pábulo a un asunto que está siendo investigado por la Justicia e intentando condicionar al fiscal en sus decisiones. Lo dicho: La próxima semana hablamos de Armilla.

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