Este blog ‘semiclandestino’ (más que nunca) se ha convertido en una mosca cojonera, por culpa vuestra, que sois unos tocapelotas que no medís las palabras; y eso, hay a quién le molesta. Sobre todo, porque lo que se dice pueda ser verdad.
Y ahí estaba yo, a punto de derrumbarme y de recluirme en mi anonimato de luto, cuando uno de los dos faros que nos guía -Nino a la derecha y Conchi a la izquierda- me administró esa penicilina de la vanidad y la gloria, por efímera que sea. Y he vuelto a este parterre de ínfulas, sin más pretensiones que el que espanta estorninos, empezando desde cero y confiando en que no me jodáis otra vez el chiringuito con acusaciones a cañonazos. (Hacedlo con mayor discreción e ironía, puñeteros, que se las colemos dobladas).
Nino, para quien soy un Serlock Holmes comprado en los chinos, sigue deshojando la margarita de su continuidad, pero cada vez con tirones más fuertes. Y Ayllón me mira con cara de mala leche, y otros se toman copas a mi salud (o para que la pierda).
Y yo sigo preguntándome quién coño va a explicar por qué se contrató una obra en Ogíjares por un millón de euros más, dónde está ese dinero y quién lo ha cobrado.
A mis incondicionales seguidores, si los hay.