Uno ya se había acostumbrado a esta pseudofama de semiproscrito, y tenía su gracia. Pero ya ni me censuran, ni me insultan, ni se cruzan de pasillo cuando asomo por las oficinas. Qué rollo. Del Ojo sigue con su cantinela de acoso y derribo, con su ‘perseguido’ y acorralado, que ya ha hecho mella en mi restado crédito.
Por eso he vuelto al ‘clan de Armilla’, a las adjudicaciones urgentes y a las explicaciones sobre la marcha. Gabi dejó en herencia el penúltimo quebradero de cabeza. Una maldita plantita de romero marchito a la que ya apodan ‘arenaria delaguardia-civil’.
Las infusiones del romero sirven para amansar una resaca de medio pelo. Quién coño iba a pensar que unos matojos fuesen tan exclusivos como el chanel, que unos floripondios iban a acabar en espinas judiciales.
Pero hay detalles tan sutiles que pasan desapercibidos a un jardinero oxidado.