Ya lo contaba Einstein: cinco minutos sentado sobre las ascuas de un brasero se hacen eternos, pero son un suspiro si descansas sobre el regazo de una chica bonita. Pues eso, que el tiempo y la urgencia son argumentos relativos. Y no hay que ponerse puntillosos, que la adjudicación de las obras de la Carretera de la Cabra fue una emergencia, según se mire, teórica y casi científica. Pero de esa ciencia difusa, de sumandos y dividendos sin aclarar, de flores marchitas, de ‘arenarias’ movedizas que se tragan todos los pufos.
El PSOE ya da por encajado el golpe de las puñeteras plantitas, tapadera frágil de un escándalo que puede resultar mayor; y es que ya hay alguno al que el tiempo se le hace un nudo en la barriga y le quema el culo igual que si estuviera sentado sobre un brasero. Los socialistas esperan que la cagada de las flores se la trague el jardinero y el presidente de la Diputación escape de ‘rositas’.
El planteamiento no va descaminado y puede tener su lógica jurídica. Pero eso no justifica los amaños y las chapuzas como La Cabra, donde uno no puede más que sospechar, aunque la política esté cada vez más repleta de presuntos y supuestos.