Llevo tiempo desorientado entre chanchullos y menesterosos; por eso, porque ando medio tarumba entre tantas vainas, la he tomado con algunos santos varones -con ‘v’ de macho- que también entran en este blog a lamentarse -ay pena, penita, pena- y recriminarme que no tengo ni puñetera idea. Lamento decirles que llevan razón.
Tampoco merezco el pedestal en el que algún resabiado me coloca, de fama de hojalata y fusil filibustero, manipulador de primera plana. Para mí la quisiera.
Yo no sé si detrás de los seudónimos se esconden quienes se sienten agraviados porque se haya puesto luz y taquígrafos a su gestión pública. Ni me importa.
Tengo el valor de dejar colgado sus mensajes -aunque ellos lo duden, pasen y vean-, porque me someto a las mismas reglas por las que disparo.
A ver si hacen gala de la misma chulería cuando se sienten ante los jueces. Si también a ellos les dicen que no tienen ni puta y idea, que por encima de todas las normas está el pan con el que moján las sopas.