Si yo fuera millonario -y creanme que todas las semanas lo intento vía Bonoloto- me levantaría tarde, a esa hora en la que ya no reparten ni los gratuitos, santificaría la siesta, leería un ratito y, cuando me aburriese, me iría a los bares. No mataría mi tiempo con Internet, que antes me compraría un perrito, y dudo que se me ocurriese gastarme la guita en un concurso al estilo de las Siete Maravillas del Mundo.
Pero hay gente que sí. Y por la ocurriencia de un millonario carioco, ayer, ocho mil granadinos rodearon a la Alhambra en una romería desinteresada.
De algo ha servido este invento, aunque sea para ver manifestaciones con más chicha que las del Banco de España (Yo también tengo una encuesta: sólo 300 de 250.000 granadinos se movilizan por el Banco de España).
Luego, el 7 de julio nos pegaremos el batacazo y escucharemos a todos los que nos administran, con sonrisa de sandía, soltar la bacalada de turno: ‘Da igual, la Alhambra ya es una maravilla’.
A partir del ocho de julio es cuando las administraciones tienen que seguir cooperando para promocionar un monumento al que le sacan más partido los malagueños, que anuncian a la Alhambra en sus folletos turísticos, traen a los guiris a que se den una vueltecita y se los llevan de vuelta a dormir en sus hoteles.
Vamos a olvidarnos de concursos, de esemeeses, de chorradas y de abrazos de metáfora. Dinero, es lo que hace falta.