Nino ha anunciado que piensa comparecer en público dos días antes de las elecciones. No por nada, sino porque así lo viene haciendo normalmente todos los viernes durante los últimos cuatro años.
Si yo fuera Torres Hurtado estaría más preocupado de que mi portavoz municipal me reventase la votación del domingo 48 horas antes que de un botellón de los niñatos de izquierda. Le temería más a Pocholo y Borjamari que a un puñado de greñúos con vino peleón.
Torres Hurtado es un arco, que asusta pero no tiene qué disparar. Torres Vela es una flecha, una imagen, una metáfora, una línea. En cambio, Nino García Royo es el arco que tira flechas, un imprevisto a final de mes, el último espartano en este ruedo de muermos.
Por eso le temería a Nino, porque entre Sebastián y su batallón le han encerrado en las Termópilas. Porque el viernes puede coger el arco y las flechas y decirle a los peperos que desayunen huevos con beacon, que el domingo les va a enviar a cenar al infierno.