Los finos analistas no se ponen de acuerdo sobre si los escándalos urbanísticos han incidido en mayor o menor medida en los resultados electorales, unos que sí, otros que no.
Es evidente que el triángulo del ladrillo se ha tambaleado el 27 de mayo. No es una apreciación sutil, los datos cantan. Ogíjares se ha convertido en un puzzle que ordenará un tal Falín. Es curioso que PP y su ex alcalde juntos han sacado más concejales de los que tenían los populares.
En Alhendín ha triunfado la democracia y el sentido común, que han podido más que las cadenas y los lazos familiares. Los vecinos se han desmarcado de los chanchullos y han dicho esta boca es mía. En otros pueblos de la provincia no ha sucedido lo mismo, por lo que los ciudadanos serán corresponsable de las sentencias que caigan encima.
Y en Armilla es evidente el castigo al PSOE, que ha perdido casi 20 puntos. Parte de su electorado se ha ido a IU.
Las pasadas elecciones les han enviado un mensaje a los políticos: que nadie meta ni la pata ni la mano.