Lo contaré sin grandes detalles porque ha formado parte de una conversación privada. De vez en cuando te encuentras en esta ciudad algún juez y algún fiscal dispuestos a jugarse el tipo para pegarle una pedrada a Goliat en el centro de la chorla. Gracias a que existen estas personas -a ratos engreídas- hemos visto a genocidas con las gónodas de pajarita, a banqueros en la trena, a políticos con la cabeza entre las piernas y, también, a algún juez que otro sentado en el banquillo. Una toga te convierte en señoría pero no siempre en un señor.
Un jurista -dejémoslo ahí- anda pensando echarle huevos a uno de los casos más polémicos de los últimos días -y no hablo ni de políticos ni de urbanismo-. Si al final hay base, porque valor le sobra, va a plantarle cara a una gran empresa, que presumía que iba a marcharse de rositas porque siempre se escapó de limpio.
Las cosas cambiarán mucho, sobre todo para los que creyeron inventar una gallina ponedora de diamantes a costa de la red de enredos. Algún día puede que hasta nos cierren este blog por majadero. Y con razón.