La Fiscalía ha pedido que citen a Del Ojo, que tendrá que darse una vueltecita por el Supremo para relatar sus corredurías. Ser diputado nacional tiene estas cosas.

No es una sentencia –ni me va nada en que lo sea–, pero ya somos más de dos los que pensamos que en Ogíjares algo huele mal y que la Justicia tiene que investigarlo. Después todo puede quedar en nada, pero la gestión pública siempre debe prevalecer negro sobre blanco. Eso es lo único que perseguíamos con nuestras informaciones, que las cosas se aclarasen en el lugar oportuno, sin pretender que en el camino quedara un reguero de culpables. 

Podría ser hoy el día de la revancha ante todos aquellos que sistemáticamente se subieron a un púlpito para negar lo palmario. Aquellos que nos tomaron por burdos inocentes, los que pidieron cabezas, los que contaron las portadas injustas que le dedicamos al bueno de Del Ojo.

Aquellos que decían que todo era una travesura administrativa, que el diputado era una víctima de una ataque de celos. Los mismos que le han permitido una trinchera legal en Madrid, una estafa a la justicia y a los derechos del resto de los mortales.
 
Que sigan. Que defiendan a capa y a espada el descrédito de la política. Que mantengan a Del Ojo en las listas, que repita en el Congreso, que le paguen otros cuatro años con el bolsillo de todos.

Que desprestigien tanto la política, que le echen encima tanta mierda, que llegue el día en el que sólo vayan a votarse ellos. A ver si se les acaba el cuento.