Los peperos han soltado hoy a la pobre de Eva a capear los marrones, que es como soltar a Heidi a recoger margaritas en mitad de un campo de minas. La pobre no ha podido más que recordar lo que ya dijo Sebastián en una jugada de anticipación la semana pasada. Que no quitan a Del Ojo, supongo que será porque es el relevo generacional del PP y no es cuestión de cepillárselo a las puertas de unas elecciones.
En este blog ya hemos dejado clara nuestra postura: queremos que siga Del Ojo, que repita, que vaya como diputado. Que sigan todos los que está pringados en las arenas movedizas de la justicia. Que continúen embarrados en la política, que sigan haciendo de la gestión pública el negocio de unos pocos a ver si la gente se cansa, les manda de una vez a hacer puñetas y se tienen que buscar trabajo.
A lo que iba. El argumento que esgrime el PP para mantener a Del Ojo es que en el PSOE hay otros granujas más grandes que andan sueltos. Podría ser. Pero lo que tienen que responder los peperos es qué les parece lo que cuenta el fiscal, qué opinan de las supuestas facturas duplicadas, de los presuntos presupuestos amañados, de los fraccionamientos fraudulentos… ¿Están de acuerdo con estas tretas o le van a pegar un cachete a sus compañero? Claro, que también pueden pensar que el fiscal no es más que un sociata redomado que la ha tomado con ellos porque uno hace metáforas de cisnes y los otros azuzan gaviotas.
La simple posibilidad de que un juez o un fiscal cuestione la actuación de un cargo público debería de hacer recapacitar a su partido, que en vez de cerrar filas tendría que hacer un ejercicio de responsabilidad y transparencia, sin mirar a la acera de enfrente.
Pero me da igual lo que diga el fiscal, el Supremo o los periodistas revanchistas. A estas alturas de la película nadie tendría que estar esperando una imputación para plantearse la continuidad de José Luis del Ojo. Lo mismo que la de otros muchos.
Yo tengo claro que no deben de seguir en ningún cargo público, sencillamente, porque durante los últimos cuatro años no han demostrado que hayan hecho nada productivo, que se hayan merecido el sueldo que le pagan y los privilegios que ostentan. Porque la política no puede ser una agencia de colocación, un flotador de supervivencia, la trinchera de un escuadrón de amigos.