Es un chollo gobernar una provincia como Granada porque aquí la gente no protesta ni aunque se muera de hambre o el agua le llegue al cuello.
Es una bicoca dirigirla porque los granadinos sólo salen a la calle para acompañar a la Virgen de las Angustias. Después todo les importa un pijo, que haya autovía como si hay un sendero de conos o hay que seguirle la pista a Garbancito.
Por menos de la mitad del cuarto de las afrentas los sevillanos y catalanes -que nos dan tanto coraje- se habrían comido a cuanto meapila anda suelto.
Pero aquí nada, porque mandar sobre esta provincia de barro y humo es una chufla.
Lo último ha sido la tromba de Almuñécar. Dos días tardaron las principales cadenas nacionales de percatarse de que no habían sido cuatro gotas. Qué queremos, si nosotros no nos tenemos en cuenta como queremos que cuenten con nosotros.
Y los políticos -la mayoría- se fueron de ‘finde’. A calentar el sofá, porque a ellos no les gusta meterse en los charcos y menos cuando hay agua.
Hoy han aparecido por Almuñécar en plan redentor, prometiendo maná y paños caliente. Si tuviéramos todos los cojones que nos sobran por la boca a más de uno le hubiéramos recibido con un cubo de agua por la cabeza.