Sucedió como hace un año, cuando Lady Winchester se coló furtiva en mi correo electrónico y empezó a enviarme pistas que me llevaron hasta José Luis del Ojo. Aunque lo que verdaderamente hundió al diputado zaplanista fue su chulería, ese fue su mayor descuido. Algún día lo contaré.
En esta ocasión llegó el scoop con la tarjeta de visita de ‘el tío del bigote’. Me envió unas referencias que después de varias semanas investigando junto a mi colega Morán nos llevaron a Martínez Soriano y sus multas.
Confieso que no tuve claro al principio el cariz de la noticia. En estos casos me tranquiliza saber que todos los periodistas –hasta los que jurarían que no sobre la tumba de Larra- habrían publicado la información.
Elementos objetivos hay: son demasiadas multas en tan poco tiempo, no se pagan, se notifican reiteradamente y se hace el longui… Y, sobre todo, cuando uno circula supuestamente por encima de 180 kilómetros hora no sólo pone en juego su vida, que esa es muy dueño de jugársela a doble o nada.
Con Martínez Soriano coincidí en mi primera etapa de cronista en el Parlamento de Andalucía. No puedo decir que nos llevásemos excesivamente bien, ni tampoco lo contrario. Sí es cierto que mi relación con el PP de Granada mejoró con su marcha, pero eso es otra historia.
Hoy me ha vuelto a escribir el ‘tío del bigote’, de quien sólo sé que vive en un lugar retirado de la capital al que sólo llevan un par de ejemplares de IDEAL cada día. Y que desde hace una década se la tenía jurada a Juande porque le gastó una putada. Tal vez yo no haya sido más que un sicario. Pero los políticos deberían de saber que al final mueren por el mismo hierro con el que pegaron tantos navajazos.