El fotógrafo Emilio Morenatti ha sido secuestrado en Palestina. En este blog nos sumamos en el rechazo. (Esto sucedió en octubre de 2006, cuando se escribió este artículo. Hoy, 12 de agosto de 2009, Morenatti ha resultado herido en una explosión en Afganistan. Pero sigue vivo el reportero. Por siempre.)

Coincidí con Morenatti en el Parlamento de Andalucía, en alguna de esas sesiones soporíferas que resultan más letales que la valeriana. Pasaba en Sevilla una de esas temporadas en las que se sacudía el mortero y la metralla y se mudaba la piel de aventurero retratando a políticos aburridos.

Ver a Morenatti en acción era todo un espectáculo para nosotros, engreídos cronistas parlamentarios que pensábamos que jugarse el tipo consistía en murmurar por los corrillos que Chaves era un coñazo y Teófila una histérica.

Llegaba un pelín chulo -para que les voy a engañar-, con estirpe de guerrero, como todo reportero que se siente El Cid en mitad de un patio de recreo de párvulos.

Morenatti desenfundaba su cámara, que en este ruedo ibérico de políticos y mequetrefes se convertía en un fusil de asalto. Miraba de reojo a su retaguardia -por si acaso-, donde se clavaban los ojos envidiosos de los plumillas que nunca traspasaron la frontera de sus rotativas. Y hacía ‘clic’, sólo eso. Apenas una fracción de segundo. Nosotros nos llevábamos horas para describir lo que había sucedido en la sesión plenaria.

Ese día se debatía sobre la financiación de las comunidades autónomas, un bodrio supino. Los cronistas soltamos unos tostones infumables con titulares sesudos. Al día siguiente, sólo se hablaba de la foto de Morenatti: el socialista Luis Pizarro en un bostezo de los de darse la vuelta. Entonces comprendí que hay imágenes que resumen más de mil palabras.