Quise meter el dedo en el ‘ojo’ ajeno y me encontré que hay quien no ve la viga en sus pupilas. Sé que no me miras con buenos ojos, pero tú a mí tampoco me entraste al principio por el ojo, valga la redundancia del ojo.
Hay encantadores de serpientes torpes que pueden tener comprados a un par de aladinos; que firman recetas con fecha de anteayer, pócima para mentes podridas.
Sólo quiero que sepas que me has engañado y me he dado cuenta, pero no brindes por embaucar a un capullo que se traga las milongas del penúltimo bucanero. Contigo se han retratado muchos pelotas que tienes cogido por las partes nobles y sólo te echan redaños cuando estás en Madrid. Luego siguen la línea turbia de tu cartabón torcido. Claro está, todo depende según el color del ‘ojo’ con el que se mire. Y no es ‘plata’ todo lo que reluce.