Le escuché una vez a Haro Teglen que confiaba en los jueces lo que se puede confiar en alguien que se viste con una toga, una túnica o una sotana. En las últimas operaciones contra el fraude y la corrupción hemos visto caer a notarios, secretarios de ayuntamientos y funcionarios de justicia. A esta señora habría que quitarle de una vez la venda.
La justicia, a veces, llega tarde a muchos sitios. Llegó tarde a Marbella y si alguna vez abre los ojos en Almuñécar será tarde. Yo no aplico justicia, ni hago juicios sumarios, pero lo de Juan Carlos Benavides resulta a grandes rasgos descarado. Y no me explico por qué la justicia tarda tanto en actuar que, cuando sentencia, los delitos están prescritos. Lo dicho, que me fío sólo lo justo.