El ‘caso Nevada’ y el ‘clan de Armilla’ nos tiene divididos a los periodistas. Entre los listillos que quieren hacer un juicio sumario, los abogados del diablo que pasarán la minuta, y los que dan bandazos. Estos últimos son los más peligrosos, porque son los que pegan tortas cuando el viento va a a favor y reculan cuando la cosa se pone fea. Yo reúno un poquito de lo malo de todas las versiones.
Sin retórica, voy a dejar clara mi postura sobre el ‘caso Nevada’:
El centro comercial tiene que construirse y entrar en funcionamiento; y lo hará. Pero tiene que hacerlo legalmente y sometiéndose a todos los pasos que indica la norma.
Los jueces tienen que ser valientes: si hay algo extraño, demoler; si todo está en regla, resolver pronto porque hay muchos vecinos con expectativas depositadas en el Parque Nevada.
Luego está la demagogia de los puestos de trabajo y la creación de riqueza; argumentos con los que algunos avezados politiquillos venidos a menos andan soliviantando al personal. Efectivamente, el Parque Nevada generará empleo para los vecinos de Armilla y el Área Metropolitana, pero no puede hacerlo a costa de los propios vecinos. Como apuntan los indicios.
Me explico.
¿Quién gana permitiendo a un empresario multimillonario construir supuestamente en zonas verdes y excederse en la edificabilidad? Los vecinos no.
¿Quién gana autorizando un macro proyecto saltándose presuntamente fases del procedimiento y obviando trámites obligatorios? Los vecinos no.
Puede que el empresario, y tal vez los políticos que lo permiten.
Aquí nadie ha hablado de cohecho, salvo Morales Cara para decir que no lo había. Pero sorprende el interés en aprobar cosas deprisa y corriendo, a pesar de las advertencias de la Junta y de los propios funcionarios municipales. ¿Quién ha ganado en este asunto?
Lo que digo es que se crearían los mismos puestos de trabajo haciendo las cosas de forma transparente y sometiéndose a la normativa.
Y lo que me da coraje es que algunos utilicen la demagogia y el populismo para vestirse de gloria, justificar lo injustificable, y engañar al personal por un puestecito de cajera.