No diré a quién va dedicado, ni me importa pensar que quizás nunca lo lea. Hay cosas que uno hace porque en sus manos no está poder hacer ninguna otra. Se lo he dicho hoy cuando la he visto: “Con el sentido del humor que tú tienes eso se cura solo”. Ella me dio una caricia de pan y se encogió de hombros, como si confiara más en los brebajes de penicilina que en una sonrisa tan profunda como las lunas venideras.
Me ha jodido verla dudar, pensar que dentro de dos semanas la historia se pondrá chunga y le faltará pólvora en el coco para dispararle en el corazón al destino.
Pasará otro puñado de meses y me la encontraré de nuevo. Y esos bichos tan inoportunos que se le han metido en el cuerpo se habrán muerto de risa. Con ella, no hay más remedio.