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Preguntas, miedo y hambre

A los periodistas se nos ha llenado la bragueta de huevos este fin de semana. Será que los jefes estaban de puente. La profesión ha tocado a rebato, nos hemos cabreado, hemos dicho basta: no más convocatorias sin preguntas. Basta se ser monigotes de feria. Periodismo libre e independiente. Santa Ana Pastor, ruega por nosotros. La monda lironda. Me parto el pecho. Ahora, encima de chiribailes, ególatras, cagones y hambrientos, nos volvemos faroleros y fanfarrones. Está la profesión malita, como ha estado siempre. Nunca corren buenos tiempos para andar contando verdades. Pero los periodistas estamos más tontunos que nunca.
El movimiento se demuestra andando. Menos lobos en facebook y en twitter,y más cojones a la hora de escribir o de ponerse delante de un micrófono. En Jaén hace años que nadie va a morder a una rueda de prensa. De hecho, no hace falta prohibir las preguntas porque en Jaén nadie pregunta. O casi. Cuando preguntamos, nos interesamos por el sexo de los ángeles, por el tiempo o sobre cómo se puede ser tan brillante y astuto como su señoría y póngame usted a los pies de su señora. Hacer otra cosa es heroicidad, cosa de locos. Hasta da que hablar. Mimosín a nuestro lado es Pepe.
Lo del clamor de no ir a las convocatorias sin preguntas es muy sintomático de cómo está la profesión. El que tenga fe en las ruedas de prensa para contar buenas historias va apañado. ¿No nos enseñaron que las buenas historias están en la calle, en los bares, en la cafetería del tanatorio, en la cola del paro, en cualquier esquina de Antonio Díaz? No. El periodismo moderno ni siquira está ya en las ruedas de prensa. Para ser buen periodista sólo hay que manejar cuatro teclas. Control C y Control V. Con un poco de entrenamiento un tío se rellena así seis páginas en una tarde. O más si hace falta. Y sin hacer ni una sola pregunta. Sin pisar la calle. Sin mancharse de barro si llueve. Qué fenómeno. Nos juntamos tres y escribimos un periódico o el Espasa. Qué más da. Control C y Control V. Y nos lo firmamos además. Como si estuviéramos orgullosos. Todos contentos.
Me aburren soberanamente los debates sobre la profesión. Las recetas universales. No más convocatorias sin preguntas. Menuda gilipollez. Si luego todos vamos a pinchar la señal institucional de los mítines. Sin preguntar en ruedas de prensa se pueden montara buenos pitotes: olfato, hemoreteca, fuentes alternativas, ganas de meter el dedo en la llaga, de llegar hasta el fondo. No hay que decirlo. No hay que darse golpes de pecho en twitter ni escribir post estúpidos como éste, de puro calentón. Hay que hacerlo. Todos los días además. De vez en cuando no vale.
Siempre ha sido una opción personal: hasta donde estás dispuesto a bajar la cerviz. Hasta cuándo. Dónde empiezas a sentir la nausea. Ni me parece justo entrar en guerras de reproches de tú haces ésto y tú aquello. Allá cada cual. Allá tú. Tú verás si te has tragado una pregunta por no entrar en listas negras, tú verás por qué te callaste esa historia, tú verás si toleras que tu empresa te cierre la boca, tú verás si aceptas que te impongan enfoques. Y quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Todos tenemos nuestros cadáveres en el armario. Ni el miedo ni el hambre son libres. Y de valor no es que esté la profesión sobrada. Ahora, que miedo y hambre, para regalar.
Os dejo un vídeo que me hizo gracia sobre el infierno de los periodistas

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A bocajarro. A la distancia justa donde salpican las tripas de la noticia cuando estalla.

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mayo 2011
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