Como bien sabrán, Caja Castilla la Mancha ha sido la primera en caer. Esto de ‘ser la primera’ tiene una consecuencia lógica: habrá una segunda. Y posiblemente una tercera y una cuarta. Ahora tan sólo hace falta esperar un tiempo para ir poniéndole el cascabel al gato. Lo que ha sucedido en esta entidad ha sido ciertamente llamativo. Antes de que se desencadenara la crisis financiera, su nivel de depósitos cubría casi el 95 por ciento de los préstamos que otorgaba. Tan sólo tenía que acudir al interbancario para conseguir ese 5 por ciento restante. Desde entonces la situación contable ha dado un giro de 360 grados. Entre las múltiples circunstancias que han motivado la iliquidez, los expertos apuntan a un factor poco científico. Sí, parece ser que uno de los principales desencadenantes de esta pifia fue un rumor de quiebra que propició una retirada masiva de ahorros por parte de los impositores.
En cualquier caso, lo que está claro es que las cajas han proliferado como setas en el país más bancarizado de la Unión Europea (o sea España). Y lo han hecho, hablemos claro, porque a los políticos de turno les interesaba disponer de una poderosa herramienta financiera con la que llevar a cabo inversiones suicidas que, en una coyuntura como la actual, han empezado a pasar factura. Los órganos de gobierno de estas instituciones son marionetas en manos de las siglas que ostentan el poder en cada momento y en cada lugar. La CCM, por ejemplo, ha concedido créditos generosísimos al ruinoso aeropuerto de Ciudad Real. Es decir, han jugado con el dinero del prójimo para sacar adelante proyectos de dudosa rentabilidad económica (que no social).
Ahora toca lamentarse. El ministro Solbes ya ha anunciado una reforma de Ley de Cajas para liberarlas del yugo de las administraciones. Demasiado tarde, bajo mi punto de vista. Ahora tan sólo cabe un ejercicio de responsabilidad por parte de los dirigentes políticos. Primero, que se echen un punto en la boca para no echar leña al fuego (me parece a mí que la Cospedal se va a comer una por una todas las palabras que ha dicho), Y segundo, que se quiten de en medio.