Esta noche ha hecho frío. Lo ha comentado de buena mañana ‘el tío del tiempo’, siempre puntual a su cita de las 8,05 horas, y lo he comprobado yo mismo tras salir bien tempranito de casa, cuando los primeros rayos de sol apenas despuntaban en las postrimerías de Sierra Mágina. Son los guiños del calendario. El verano, que en Jaén suele durar hasta que finaliza San Lucas, ‘c’est fini’. Ahora toca pensar en Los Santos, después en la Navidad… lo de siempre. Pero no tengo intención de dedicar este comentario al cambio de estación, que siempre condiciona los biorritmos del alma, sino a otro asunto más trascendente bajo mi modesto entender. Y es que con la caída del mercurio se aceleran también los preparativos para la cosecha de la aceituna y la recepción de miles y miles de temporeros que vienen a Jaén con la noble intención de ganarse el sustento. A este punto quería llegar.
Vayan tragando saliva porque ya les adelanto yo que Jaén sale en los papeles. Bueno, realmente lleva haciéndolo varios años, pero me da a mí que esta campaña será más complicada. Las necesidades de mano de obra están más que cubiertas por jornaleros de la tierra que, hartos de dar tumbos y hastiados por un paro crónico, esperan ansiosos el momento de pegar el primer varazo. Serán cuatro o cinco semanas a lo sumo, pero currarán, que es de lo que se trata. Así que hay poco hueco para los foráneos, que en muchos casos vagarán de explotación en explotación. Y en este trasiego de la desesperanza es cuando volveremos a descubrir el anacronismo de la miseria en una sociedad teóricamente avanzada -y digo ‘teóricamente’ porque la crisis ha dejado al descubierto unas cuentas vergüenzas-.
¿Qué soluciones hay? Desgraciadamente, pocas. Por muchas campañas informativas que se hagan en las provincias de origen de los inmigrantes, por mucho mensaje bien intencionado que se lance desde las administraciones, por mucha dificultad que exista para echar un jornal, seguirán llegando miles de inmigrantes sin contrato que, antes o después, regresarán a sus hogares -los que lo tengan, claro- con una mano delante y otra detrás y con el mismo hambre que traían en la talega. Señoras y señores, esto se llama ‘necesidad’. Y contra esto, lamentablemente, poco se puede hacer.